viernes, 18 de junio de 2021

Tarjeta Roja

Les vo contar una historia ¿ya? ojo, este es un hecho real, quizás lo único inventado, serán los nombres.

Resulta que cuando estaba cursando quinto año de secundaria, el curso de inglés se llevaba bajo una metodología distinta; como la población estudiantil éramos pocos, entonces, lo que hacían era dividirnos, a todo el nivel secundaria, en grupos, según nuestro nivel. Tal es así que teníamos a los principiantes (que no sabían nada de inglés), básicos (que tenían algunas nociones del idioma), intermedios (que al menos ya podían sostener una conversación) y avanzados (quienes ya podían hablar, escribir, pensar, llorar, comer y hasta hacer bromas en inglés).

Yo estaba en el nivel avanzado, no porque era un capo en inglés, sino porque, durante las vacaciones de ese año, había hecho un intercambio escolar en Estados Unidos; entonces, en teoría, yo tenía que entender todo lo que allí se decía. Valgan verdades, a veces, sí entendía la clase, pero, otras veces me era más que difícil, y pues nada, recorría a mis compañeros(as) o a mi diccionario, para, de alguna u otra forma, entender al teacher.

Una de las reglas de esa clase consistía en que, por ser avanzados, no podíamos decir ni "pío" en español, nada, absolutamente nada, y, había un control para ello, una tarjeta roja; el profesor ingresaba, iniciaba su clase, con su tarjeta en mano, si durante la clase escuchaba a alguien hablar en español, entonces, se acercaba y le daba la tarjeta (que significaba un punto menos en participación); ahora, la persona que recibía la tarjeta, podía, "salvarse" por así decirlo, siempre y cuando, detecte a alguien más cometiendo la misma falta, entonces, pues se paraba e iba y le daba la tarjeta.

Aquí viene la anécdota, resulta que uno de esos días (ligeramente tortuosos para mi), el alumno más capo en inglés, que además era mi compañero de grado, el que te podía leer libros enteros en inglés, el que dominaba la pronunciación, gramática, semántica y todas esas cosas (la verdad es que yo lo admiraba y envidiaba esa capacidad), cometió un error, dijo una palabra en español -ya/tu/ajá- una de esas tres; el profesor lo escuchó y pues, ni modo, tenga su tarjeta.

La clase se seguía desarrollando con total normalidad, hasta que de  pronto, faltando algo de 10 minutos para que acabe la hora, escuchamos a otra compañera, dos grados menor que nosotros, decir fuertemente -esto es mío- (mientras le quitaba un lápiz a una de sus compañeras de al lado). Mi compañero, se paró, se acercó a ella y le dio la tarjeta, se lo merecía, había roto las reglas; pero, ella, se negó a recibirla, aduciendo que no, que no había hablado en español (pero todos la escuchamos).

El profesor, al ver que había un problema, porque ya la niña estaba alterada y se rehusaba a recibir la tarjeta, detuvo la clase y empezó a escuchar los alegatos de cada quien; la verdad es que fue un mate de risa, (siendo sinceros, yo no entendía mucho lo que se decían pero, era un chiste verlos pelear por una tarjeta). Él decía, obviamente en inglés:

-Profesor, ella dijo esto es mío, en español, por lo tanto debe tener la tarjeta.

-No profesor, eso es falso, yo no hablé en español- respondía ella.

-Profesor, sí fue así, ella habló en español, yo también lo escuché- decíamos nosotros.

Cuando ya ella se vio un tanto derrotada, con un punto menos, de camino a su registro, no tuvo mejor opción que dar una explicación absurda a su falta; ella, reconocía que sí había hablado en español, pero, sólo la palabra "mío", y fíjense lo que dijo.

-Profesor, sucede que yo le puse nombre a mis cosas, y este lápiz se llama "mío", por lo tanto yo solo dije "this is mío", porque así se llama-

Sinceramente todos nos empezamos a reír, porque era una cosa absolutamente absurda, sin sentido, una pataleta de niña berrinchuda que no quería le bajen un punto. Recuerdo que mi compañero, odiosa y sarcásticamente le dijo:

-bueno, a partir de mañana, el lapicero se llamará este, la cartuchera será tuya, el borrador será él, y así-

Y nos seguimos riendo; al final, y contra la voluntad de esta niña, que ya no estaba en modo berrinche, sino en modo indignada, el profesor le bajó no uno, sino dos puntos, por hacerse la graciosa.

Viendo todo este proceso electoral, y al ver que cada día que pasa, Keiko y su grupo, presentan cada estupidez, como recurso, según ellos, válido, para tirarse abajo las elecciones, me recordé esta anécdota, recordé a esta niña berrinchuda y sus justificaciones absurdas; yo espero que el JNE, actúe como ese profe, que fue neutral, imparcial y justo, y que al final, le dio a cada quien, los puntos que de verdad se merecían.